El ecoturismo se puede clasificar en por lo menos tres
grandes categorías, podría establecerse que cuando sólo se refiere a la
conservación de la naturaleza, estamos en presencia de un ecoturismo de
categoría 1; si además de la conservación de la naturaleza se añade la
conservación de la cultura local y de su patrimonio histórico, se estaría
hablando de un ecoturismo categoría 2, y finalmente, si a la categoría 2 se le
añade lo que sería un ecoturismo socialmente sustentable, es decir la
oportunidad que brindaría como actividad de servicios para mejorar la calidad
de vida de la población receptora, estaríamos hablando de un ecoturismo
categoría 3, que sería el que en realidad integraría los aspectos
medioambientales, socioculturales y de la distribución de la riqueza generada,
por lo que este tipo de ecoturismo sí merecería todo el apoyo de las
instituciones del estado, debido a sus múltiples impactos positivos.
Minimizar los impactos negativos, para el ambiente y para la
comunidad, que genera la actividad;
Construir respeto y conciencia ambiental y cultural;
Proporcionar experiencias positivas tanto para los
visitantes como para los anfitriones;
Proporcionar beneficios financieros directos para la
conservación;
Proporcionar beneficios financieros y fortalecer la participación
en la toma de decisiones de la comunidad local;
Crear sensibilidad hacia el clima político, ambiental y
social de los países anfitriones;
Apoyar los derechos humanos universales y las leyes
laborales.
Pese a su corta existencia, el ecoturismo es visto por
varios grupos conservacionistas, instituciones internacionales y gobiernos como
una alternativa viable de desarrollo sostenible. Existen países como Costa
Rica, Puerto Rico, Kenia, Madagascar, Nepal y Ecuador (Islas Galápagos) donde
el turismo ecológico produce una parte significativa de los ingresos de divisas
provenientes del sector turístico, e incluso en algunos casos, de la economía
del país.3
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